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UN CARAGOLIN SOLO ANTE EL PELIGRO

Domingo 15 de enero, otro madrugón para ir a correr, esta vez cuesta un poco mas levantarse ya que me toca afrontar una carrera yo solo, los caragolines que me iban a acompañar no pueden venir. Empiezo el ritual típico los días de carrera, levantarse temprano, un buen desayuno cargado de calorías, vestirse con la indumentaria correspondiente, compruebo que no le falta nada a mi mochila y carretera rumbo a La Vall d’Uixo.
            Como es habitual los caragolines somos los primeros en personarse en la salida para la recogida de dorsales, una vez más casi aparco mi coche debajo del arco de salida, pero bueno, eso no es ninguna novedad ya. Lo que ha faltado esta vez ha sido el típico poleito/cafecito previo a la carrera, pero ya que  iba solo he decidido quedarme en la coche descansando un rato mas.
            Se acerca la hora de la salida, ya estoy preparado, zapatillas, medias, mochila, guantes (hace un frio del carajo)…. Vuelvo a sentir ese gusanillo/nerviosismo que te recorre el cuerpo justo antes de la salida y que no desaparece hasta que nos sueltan a correr por el monte, creo que esta es una de las cosas que nos engancha a este deporte.
 Empezamos, somos muy pocos corredores y todos han salido como si fuesen a apagar un incendio (señores el monte esta congelado, no se esta quemandoooo), de repente me doy cuenta que soy el ultimo, detrás de mi solo va el coche escoba, que me acompaña hasta la salida del pueblo, yo a mi marcha y con filosofía, ya se cansarían los que iban a apagar el fuego. Antes del primer kilometro ya había pillado a algunos aspirantes a bomberos, la primera parte de esta carrera nos iba a llevar hasta el castillo de la Vall d’Uixo, una muy dura subida pero no excesivamente larga, lo peor estaba al otro lado, la bajada del castillo resulto ser francamente complicada, terreno muy muy resbaladizo, alguna que otra roca que exigía la ayuda de las manos para bajarla, me lleve un par de sustos importantes en la bajada (puedo decir que estoy escribiendo esto gracias a un pino que la madre naturaleza coloco estratégicamente pensando en mi) pero al final termine bien.
En la siguiente parte de la carrera subíamos al pico Penyalba, un dura y larga larga subida que discurría en su mayor tramo por una muy cómoda senda (lo de cómoda va porque no hacían falta las manos), en este tramo alcance algún otro corredor, de esos que siempre me sacan ventaja en las bajadas. Ya a punto de llegar a los más alto de la jornada (650m aprox.) me cruzo de frente con un cámara de la televisión de La Vall, el pobre hombre intentaba bajar por donde subía yo con una cámara que pesaba más que él, casi me toca volver a bajar todo el piquito para ayudarle (este es el espíritu caragolin). Coronada la montaña de la jornada con anécdota incluida, desciendo unos doscientos metros por una ya conocida bajada para afrontar la parte final de la carrera, solo me queda subir el Sant de la Pedra, una fácil y suave subida cuya única dificultad son los metros acumulados que ya llevo en las piernas. La bajada desde Sant empieza con un par de saltos importantes donde utilizo mis nalgas para minimizar riesgos, después de esto ya solo falta una fácil pista de bajada durante unos 4km que me lleva de nuevo a la Vall d’Uixo.
            Por fin meta, otra jornada de montaña finalizada con éxito y buen sabor de boca, 2 horas y 42 minutos, no es un tiempo para echar cohetes pero estoy contento, el recorrido era exigente. Como un poco, me tomo algún refresco y de vuelta para casa pensando ya en compartir la próxima carrera con mis caragolines.

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